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Sin ánimo de exagerar todos hemos incurrido en phubbing. Se dice que 99,9% de las personas alguna vez hemos desairado a nuestros seres queridos por leer o atender a algo “más interesante” en las redes sociales a través de nuestros smartphones. Es que ni les prestamos ateción. Por eso les hacemos repetir lo que nos han dicbo. Incluso, a veces, interrumpimos su discurso porque queremos contarles, “compartir”, lo que tanto interés nos causa.
Sin ánimo de exagerar todos hemos incurrido en phubbing. Se dice que 99,9% de las personas alguna vez hemos desairado a nuestros seres queridos por leer o atender a algo “más interesante” en las redes sociales a través de nuestros smartphones. Es que ni les prestamos ateción. Por eso les hacemos repetir lo que nos han dicbo. Incluso, a veces, interrumpimos su discurso porque queremos contarles, “compartir”, lo que tanto interés nos causa.
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Este problema no se da solo en la calle, en un restaurant, en un club o en el trabajo, sino también en los hogares. Cuando llegan por fin esos espacios de tiempo que destinamos a los niños (al volver del cole o bien los fines de semana), momentos valiosos en los que ellos se deleitan relatándonos sus asuntos, tenemos que darles el protagonismo debido. Si no logramos seguir conversando con ellos así suene el teléfono anunciando una actualización de estado de un amigo en Facebook o atendiendo a un SMS estaremos incurriendo en phubbing y cultivando un problema importante.
Este problema no se da solo en la calle, en un restaurant, en un club o en el trabajo, sino también en los hogares. Cuando llegan por fin esos espacios de tiempo que destinamos a los niños (al volver del cole o bien los fines de semana), momentos valiosos en los que ellos se deleitan relatándonos sus asuntos, tenemos que darles el protagonismo debido. Si no logramos seguir conversando con ellos así suene el teléfono anunciando una actualización de estado de un amigo en Facebook o atendiendo a un SMS estaremos incurriendo en phubbing y cultivando un problema importante.
Según Kipling Williams, profesor en el Departamento de Ciencias de la Psicología en la Facultad de Salud y Ciencias Humanas de Purdue, sólo dos o tres minutos de phubbing puede producir persistentes sentimientos negativos como la ira y la tristeza, y a largo plazo, puede dar lugar a la alienación, depresión, impotencia y sentimientos de indignidad. Esto sin mencionar lo creativos que pueden ponerse los niños con el fin de llamar la atención de sus padres. Con tantos puntos en contra, sobran las razones para revisar si estamos incurriendo en phubbing, modelando una conducta grosera y desencadenando -sin querer- sentimientos que atentan contra el normal desenvolvimiento emocional de nuestros seres queridos.
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